martes, 14 de noviembre de 2017

Relato





El Combate

No supieron querer otra manera. No supieron morir de otra manera.

Con el catalejo en las manos, otea el horizonte.
El sombrero de paja y el poncho ocultan sus “pilchas” de miradas indiscretas.
La planicie que ve,  está comenzando a fluir de “maturrangos”.
La infantería, con sus banderas desplegadas, formada en dos columnas y alentada por el sonar de parches y flautines, avanza segura de sí misma.
A lo lejos, en el medio del río, las tres chalupas ancladas, dejan ver catorce barcazas pequeñas yendo y viniendo.
La arena clara, se moja con el agua que mansamente llega a la orilla, en pequeñas olas, con la resaca blanca de espuma.

En total son cerca de 250 hombres. Algunos más quedan en los navíos. Piensa  que tiene solo 120 de a caballo, pero no le importa. El tema no es el porqué, sino el cómo y por dónde.
De repente, ve una flor de ceibo elevarse por el viento; roja, casi púrpura. Se parte en dos. Una de ellas va por un lado y la otra es arrastrada hacia el lado contrario.
¿Es una premonición?
¡No! ¡Es una idea que llega a su mente como un relámpago!
Años de milicia desde niño, en las cuales vio de cerca a la muerte, lo han formado militarmente.
¡La respuesta instintiva, es veloz!
Dos columnas de sesenta hombres cada una, la primera por el centro y la otra por el flanco derecho.
Ataque por sorpresa, encuentro, batalla, nuevo cruce y retirada.

Baja de su puesto de observación.
El viejo convento, con sus blancas paredes, es solo un testigo más de lo que va a ocurrir.
Tira en un rincón el rancho de paja y el poncho.
Se coloca el  sombrero en la cabeza. Hace juego con su uniforme.
Ordena montar a caballo y con voz trémula dice: “¡sables y lanzas nada más, ni un tiro!”.
Monta el bayo de cola recortada, desenvaina el sable corvo y se dirige a sus hombres: “No tengo dudas que los señores oficiales y mis granaderos se portarán a la altura de las circunstancias”.
Las dos columnas salen al galope tendido desde atrás de las murallas y en un ataque sorpresivo, avanzan como una ola embravecida.
Otra flor de ceibo observa desde las alturas.
Sesenta hombres desplegados en línea, cabalgan por el centro como centauros, velozmente. Por el otro lado los restantes.
Una formidable máquina de guerra.
La carga es mortífera, mientras la orden se escucha clara entre los alaridos y el clarín: “¡A degüeeeeelloooo!”.
El zumbar de los sables en el aire, el crujir de huesos, los ayes y los gritos confunden todo.
En un instante se ve en el suelo, su pierna derecha atrapada bajo el caballo inerme. Alcanza a esquivar un hachazo de Zabala, el jefe español, que le roza la mejilla dejándole gusto a sangre en la boca.
Siente el hombro dislocado. No puede pensar en menudencias.
Intenta desesperadamente salir de allí. No lo logra.
Lo ayudan. Otro hombre más lo saca. La pierna dormida casi no lo deja pararse.
Siente el tronar de los disparos muy cerca. Ve caer a quien lo rescató.
De rodillas con el cuerpo agonizante del granadero en su regazo, lo abraza.
La sangre de Cabral mancha la pechera y el hombro de su uniforme.
Viene el segundo ataque.
Los infantes españoles se desbandan y corren hacia la barranca.
Escucha el clarín tocando nuevamente ¡A degüello!
El campo queda regado de muertos y heridos.
Todo ha sucedido muy rápidamente.

En otro caballo criollo, sudoroso, con la sangre aún caliente y dolorido, ordena reagruparse.
Quince muertos, veintisiete heridos y un prisionero, son su pérdida; pero los atacantes dejaron en el camino cuarenta muertos, trece heridos y entre ellos su jefe. Los cañones, fusiles, bayonetas y una bandera son su trofeo.
La primera  y única batalla del  Regimiento de Granaderos a Caballo en tierra argentina, tiene su página gloriosa.
Es el 3 de febrero de 1813.
Levanta la vista y ve en el aire, como un presentimiento, una nueva flor de ceibo; ésta, entera, es llevada por los vientos en un eterno baile hasta que desaparece en la lejanía.
Se recuesta en un jergón.
Su cansancio es grande, pero sus hombres han respondido, ¡y bien!
El orgullo lo inunda.
Sin que él lo sepa, José Francisco ha comenzado a trenzar su historia…
¡Nuestra historia!


Este relato forma parte de la Antología IX Encuentro Internacional Comunitario – Entretejiendo Imágenes y Palabras – San Juan 2014 y de la Antología 2014 Narrativa, Dramaturgia y Poesía del Taller Literario Darwin M. Manuel Club Atlético Kimberley – Mar del Plata



No hay comentarios.:

Publicar un comentario