Themba Zulú
El sol del mediodia recalentaba
el ambiente, la llanura sudafricana a esa hora parecía reverberar por el calor,
y las nubes de polvo se elevaban con rapidez impulsadas por pequeños remolinos.
El joven zulú, de nombre Themba, armado con su iklwa en la mano derecha, mientras que
con su izquierda sostenia el isihlango, corría con ese
ritmo potente y sistemático que los de su clan solían tener.
Detrás
de él a un kilometro escaso, doce hombres de su tribu seguían su rastro.
Se estaba
cumpliendo la ceremonia que
marcaría la entrada a su adultez.
Si
se cumplía el pronóstico, Themba dejaría de ser oficialmente un niño para
convertirse en un guerrero.
No
podía fallar, era hijo de Shaka.
No
hacía mucho tiempo atrás, en el kraal,
su madre Ntobi lo había despedido a escondidas, en el
amanecer del día de su partida.
Semi
acongojado, pero firmemente decidido, partió a buscar a Mbube.
Dos
días después, ese mediodía, había encontrado sus huellas y desde lo alto de un
peñasco descubrió a su manada: dos hembras y cinco cachorros que jugaban entre
ellos.
A
la sombra de una acacia solitaria vislumbró su melena.
Era
un macho adulto realmente enorme.
No
cabían dudas, debía hacerlo salir al descampado.
Esperó
pacientemente a que el grupo se acercara y cuando todos estuvieron reunidos,
les explicó su idea. Seis de ellos rodearían a la manada para separar al macho
de su harén. Los otros seis esperarían para rodearlo poco a poco y llevarlo a
una pequeña planicie a unos 500 metros de donde estaba.
¡Yebo!, contestaron todos, era un buen
plan.
Las
hembras se irían con sus cachorros custodiándolos, sabiendo que el macho podría
arreglarse solo.
Era
cuestión de organización, planificación y tiempo.
Poco a poco la técnica fue dando
resultado.
Las
hembras de la manada al ventear el grupo humano, primero miraron extrañadas,
para luego agruparse y lentamente reunir a sus crías, llevándolas a través de
los matorrales, en sentido contrario a la planicie.
El
viejo macho, se despertó sobresaltado, ¡el olor del humano lo había sofocado!
Inmediatamente
se puso en guardia y rugió al viento que le traía ese tufo tan fatídico, tan
odiado.
Los
hombres comenzaron a rodearlo a casi doscientos metros, separándose en un
amplio círculo. El animal rugió bravamente y con sus patas delanteras arañó la
tierra, queriendo demostrar su poderío.
Infundía
temor verlo encrespado con toda su musculatura tensionada y su cola que no
dejaba de girar de un lado a otro.
¡Era
el señor de la selva!
El
círculo comenzó a cerrarse lentamente mientras la fiera giraba dentro. Cien
metros, cincuenta, veinte… y cuando ya casi tocaban lanza con lanza, Themba
saltó adentro.
Mbube
rugió nuevamente y enfrentó su figura.
Sabía
que allí estaba el peligro mayor.
El
muchacho zulú, hipnotizado por la figura animal comenzó a rodearlo paso a paso.
Su
corazón latía tan fuerte que creía que
iba a salírsele del pecho; pero sus manos no temblaban, toda la energía de su
joven cuerpo estaba preparada.
Amagó
con la mano derecha y cuando la bestia giró, soltó el isihlango y en un
movimiento veloz, volteó en sentido contrario y tomó la cola de la fiera.
¡Lo
había logrado!
El animal,
instintivamente, realizó dos movimientos simultáneos, lanzó su garra derecha
contra el joven y enderezando la cola como una barra de hierro, pegó un salto
gigantesco y superó la muralla humana, perdiéndose en la espesura, en una velocísima
carrera.
Themba,
sorprendido, notó su mano tremendamente dolorida por el sacudón y lentamente
vio la sangre deslizarse por su pecho; las garras habían tocado el pectoral de
refilón dejando cinco marcas casi paralelas.
Sus
piernas no lo sostenían. Sintió alegría y miedo al mismo tiempo. Sensaciones
encontradas.
Cayó
de rodillas y perdió el conocimiento.
Lo
despertó la algarabía de sus compañeros.
Todos
bailaban y cantaban alegres a su alrededor, porque la UkuButbwa se había cumplido.
Había
pasado a convertirse en adulto.
¡Había
tocado la cola de un león de la selva!
Pensó:
Ngiyaphila, Ngiyaphila.
Sintió
ardor en su pecho y comprobó que le habían colocado ceniza sobre las marcas
dejadas por el animal.
Quedarían
grabadas de por vida en su cuerpo.
Era
la señal que ya a sus 16 años… ¡era un guerrero de la Impi de Shaka Zulú!

Vocabulario zulú
Zulú: Cielo o
firmamento
Themba:
Confianza
Kraal: Asentamiento
Ntobi:
Señora
Iklwa: Lanza corta
Isihlango: Escudo largo y
fuerte (1,50 metros) de cuero de vaca con pelo
Mbube: León
UkuButbwa: Ceremonia de
iniciación
Ngiyaphila: Estoy bien
Yebo: Sí
Impi: Regimiento -
Conjunto de hombres armados
Este
relato forma parte de la Antología IX Encuentro Internacional Comunitario –
Entretejiendo Imágenes y palabras 2014 – San Juan
Integra el libro "La aventura de narrar", editado en 2015
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