El ascensor
Llegué
rápidamente a la escalera del edificio.
No quería mojarme, porque la
lluvia permanente empapaba todo.
Hacía años que venía sucediendo.
Si, hacía años.
Subí los escalones para llegar
al hall inmenso, irreal, que me sorprendió.
A la
derecha un mostrador largo, casi sin gente, dejaba ver parte de las oficinas que se encontraban detrás.
Bancos, sillas y sillones, desparramados
por todos lados daban la impresión de desorden, pero en realidad estaban
perfectamente equilibrados. Mullido cuero negro en sus exteriores, les daban un
aspecto lúgubre, un toque fantasmal.
El ascensor estaba enfrente.
Rectangular, grande,
impresionaba por su estructura.
Me acerqué a él.
La puerta metálica, lustrosa,
reflejaba borrosamente mi imagen.
Apreté el botón de llamado y
esperé.
Al abrirse la puerta, sin ver a
nadie, entré.
Automáticamente la abertura se
cerró.
Marqué el 2do. Piso y el leve
temblor que sentí, insinuó un movimiento.
Pero… ¡El ascensor comenzó a
bajar!
Bajó y siguió bajando, bajando
cada vez más.
Mi asombro no tenía límites.
No sé cuánto tiempo estuve así.
Sentía que descendía cada vez
más rápido.
Las luces ya no indicaban nada, estaban
todas apagadas, y perdí la noción del tiempo.
De pronto, se detuvo.
Mis
manos agarrotadas, atrapadas en los pasamanos, casi no se podían abrir.
Me quedé quieto esperando.
Mi corazón latía desaforadoy mi frente estaba empapada de sudor.
El hecho de desconocer lo que
habría detrás, hacía más patético mi temor.
Sentí un ruido delante y ¡la
puerta se abrió de golpe!
No quieran saber lo que vi: ¡Era
el averno!
Criaturas grotescas,
semihumanas, monstruosidades deformes, humanoides desollados.
Todo aquello que la cultura me
había enseñado sobre el infierno estaba allí. ¡Todo!
Quieto, casi inmóvil, no podía
ni respirar.
Sentía el calor que desprendía
el lugar, un calor pegajoso y malsano.
Una forma inhumana, bestial, se
acercó y me miró fijamente.
En sus ojos vislumbré todo lo horrible que se puedan imaginar:
atrocidad, ferocidad, brutalidad, sinrazón.
En
ese instante, la puerta se cerró y el ascensor comenzó a subir con velocidad.
Mi cuerpo empezó a recuperarse.
El peligro dejó de ser tal y
cuando la hendidura se abrió, salí precipitadamente hacia el hall.
Me quedé quieto, silencioso.
No podía creer lo que había
visto.
De
pronto, me desperté sobresaltado sentado en un sillón.
¡Por favor!, ¡estaba allí en el
edificio!
Miré la hora en el reloj y
descubrí que cansado, me había quedado dormido.
¡Todo había sido un mal sueño!
Me refregué la cara con las
manos para sacarme esa sensación de terror y una sonrisa de satisfacción
afloró a mis labios.
Se hacía tarde, pensé.
Debía dirigirme al 2do. Piso tal
cual me habían explicado.
Me dirigí al ascensor con
soltura y cuando se abrió, entré y marqué el botón correspondiente.
La puerta se cerró y…
¡Comenzó a bajar aceleradamente!
Este
relato forma parte de la Antología IX Encuentro Internacional Comunitario –
Entretejiendo Imágenes y Palabras 2014 – San Juan
Integra el libro "La aventura de narrar", editado en 2015.
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