sábado, 3 de marzo de 2018




El ascensor


     Llegué rápidamente a la escalera del edificio.
No quería mojarme, porque la lluvia permanente empapaba todo.
Hacía años que venía sucediendo. Si, hacía años.
Subí los escalones para llegar al hall inmenso, irreal, que me sorprendió.

     A la derecha un mostrador largo, casi sin gente, dejaba ver parte de las oficinas que se encontraban detrás.
Bancos, sillas y sillones, desparramados por todos lados daban la impresión de desorden, pero en realidad estaban perfectamente equilibrados. Mullido cuero negro en sus exteriores, les daban un aspecto lúgubre, un toque fantasmal.

     El ascensor estaba enfrente.
Rectangular, grande, impresionaba por su estructura.
Me acerqué a él.
La puerta metálica, lustrosa, reflejaba borrosamente mi imagen.
Apreté el botón de llamado y esperé.
Al abrirse la puerta, sin ver a nadie, entré.
Automáticamente la abertura se cerró.
Marqué el 2do. Piso y el leve temblor que sentí, insinuó un movimiento.
Pero… ¡El ascensor comenzó a bajar!
Bajó y siguió bajando, bajando cada vez más.
Mi asombro no tenía límites.
No sé cuánto tiempo estuve así.
Sentía que descendía cada vez más rápido.
Las luces ya no indicaban nada, estaban todas apagadas, y perdí la noción del tiempo.
De pronto, se detuvo.

     Mis manos agarrotadas, atrapadas en los pasamanos, casi no se podían abrir.
Me quedé quieto esperando.
Mi corazón latía desaforadoy mi frente estaba empapada de sudor.
El hecho de desconocer lo que habría detrás, hacía más patético mi temor.
Sentí un ruido delante y ¡la puerta se abrió de golpe!
No quieran saber lo que vi: ¡Era el averno!
Criaturas grotescas, semihumanas, monstruosidades deformes, humanoides desollados.
Todo aquello que la cultura me había enseñado sobre el infierno estaba allí. ¡Todo!
Quieto, casi inmóvil, no podía ni respirar.
Sentía el calor que desprendía el lugar, un calor pegajoso y malsano.
Una forma inhumana, bestial, se acercó y me miró fijamente.
En sus ojos vislumbré  todo lo horrible que se puedan imaginar: atrocidad, ferocidad, brutalidad, sinrazón.

     En ese instante, la puerta se cerró y el ascensor comenzó a subir con velocidad.
Mi cuerpo empezó a recuperarse.
El peligro dejó de ser tal y cuando la hendidura se abrió, salí precipitadamente hacia el  hall.
Me quedé quieto, silencioso.
No podía creer lo que había visto.

     De pronto, me desperté sobresaltado sentado en un sillón.
¡Por favor!, ¡estaba allí en el edificio!
Miré la hora en el reloj y descubrí que cansado, me había quedado dormido.
¡Todo había sido un mal sueño!
Me refregué la cara con las manos para sacarme esa sensación de terror y una sonrisa de satisfacción afloró a mis labios.
Se hacía tarde, pensé.
Debía dirigirme al 2do. Piso tal cual me habían explicado.
Me dirigí al ascensor con soltura y cuando se abrió, entré y marqué el botón correspondiente.
La puerta se cerró y… 
¡Comenzó a bajar aceleradamente!



Este relato forma parte de la Antología IX Encuentro Internacional Comunitario – Entretejiendo Imágenes y Palabras 2014 – San Juan
Integra el libro "La aventura de narrar", editado en 2015.




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